Como mencioné en la edición anterior hay un libro disponible en varias librerías del país que se llama “Latitud de la Flor y el Granizo” del escritor Mario Payeras. En este libro se maneja la historia ecológica de Guatemala de manera sencilla, casi poética. En el número anterior hice una reseña-resumen del primer capítulo “Geografía del Polen” el cual hablaba de la ubicación geografía del país, así como en sí de las bendiciones geográficas que tenemos: los sistemas montañosos, la migración vegetal y su distribución en el paisaje, que son el resultado de la historia geológica de la región. En esta ocasión hablaremos del segundo capítulo de dicho libro que trata de la invasión española.
2.La Pólvora y el Vapor:
Cuando en el medio de la selva se hallaba un pueblo magnífico, quizás en decadencia, pero aún vivo y latente, llegaron los europeos a destruir el mundo selváticamente verde que ellos conocían. En los años tempranos del siglo XVI. La primera crónica de la matanza se dio en 1525 donde narran como Cortés y sus hombres realizaron una matanza de venados en las sabanas de Petén; el cronista narra cómo las tranquilas bestias sucumbían ante la pólvora, pues no sabían lo que el hombre podría hacerles; derribaron al menos una manada entera, una matanza sin precedentes. Sin embargo un año antes, en Zapotitlán, los hombres europeos, con sus acorazadas armaduras mataron cuanto encontraron. Se sabe que quedaron atónicos por los animales que encontraban: tapires, jaguares, aves de todo tipo y personas salvajes. Los pueblos originarios fueron destruidos por las armas y las enfermedades que los invasores traían consigo: el cólera, fiebre tifoidea, sarampión y escarlatina, entre otros; mientras los españoles fueron arrasados por el paludismo. En el Memorial de Sololá se describen las escenas de muerte y destrucción que tuvieron que vivir aquellos a quienes los europeos consideraron incivilizados.
Desde 1524 la batalla entre ambos bandos fue cruda, pero en 1528 el pueblo originario era sólo un remanente de lo que un día fue una gran civilización. Bajo la esclavitud de la iglesia, la corona y los criollos, no les quedó más opción que el de vivir sometidos, o morir bajo el hierro del enemigo. Algunos fueron usados como aradores de los campos, en frentes de agricultura, sobre todo en plantaciones de añil y caña de azúcar; algunos fueron llevados en las exploraciones hacia el Sur, Honduras y Nicaragua, incluso hay registros en el lejano Perú.
En poco menos de un siglo el pueblo originario fue diezmado. Se calcula que al inicio de la invasión habían al menos un millón de indígenas (debemos recordar que este término se usa porque se creía que los europeos habían llegado a la India; se usa el término indio por la misma razón), para 1628 se calcula que quedaban únicamente 200 mil. La Latitud de la Flor y el Granizo, aquellas selvas ricas en flora y fauna exótica, exuberante y bella, fue arrasada para darle paso a la minería, la agricultura y la religión de los españoles.
La historia continúa avanzando y se producen con el pasar del tiempo tres fenómenos que definirían el futuro económico del guatemalteco: la caficultura, la colonización de nuevos territorios y la introducción de los inventos resultantes de la Revolución Industrial. Las bajas además se dan a nivel territorial puesto que en el gobierno de Rafael Carrera, se pierden 22mil kilómetros cuadrados del territorio, al ceder Belice a la Gran Bretaña, territorio aún ajeno a su originaria Guatemala. Otro golpe fatal (y que personalmente creo el mayor error de toda la historia del País) fue la concesión del territorio guatemalteco a la Compañía Comercial y Agrícola de las Costas Orientales de América Central, de origen Inglés. Se entregaron poco más de 60mil kilómetros cuadrados, es decir LA MITAD DEL TERRITORIO NACIONAL, en las áreas del Petén, las Verapaces y Chiquimula. La concesión incluía bosques, ríos, lagos, minas y el uso ilimitado de mano indígena para trabajo forzado.
El consumo de la tierra para sembrar café elevó en su momento el mercado guatemalteco, pues era uno de los exportadores más reconocidos de este fruto. Sin embargo la caída de los cultivos de añil y grana debido al descubrimiento de los tintes artificiales, así como la expansión de los cultivos en la lejana California junto al descubrimiento de mantos acuíferos en la misma región; la apertura del ferrocarril de Panamá, provocaron números negativos en Guatemala. Esto fue contrarrestado con la entrada de inversionistas alemanes quienes eran prácticamente dueños de la caficultura guatemalteca. Los cafetaleros tenían problemas para sacar el café de las regiones inhóspitas donde era cultivado, y lo solucionaron introduciendo el ferrocarril en lo alto de las selvas del Norte. Hoy esos pasos fueron retomados por los ríos y las selvas de las Verapaces, reclamando el territorio que les pertenecía desde un principio.
Durante el siglo XX se inicia la antropogenización del paisaje, pues las ciudades crecían. Árboles de Guachipilín, Matilisguate y otros, se cortaron para postes de telégrafo. En los inicios de 1900 se extienden hacia Petén las compañías madereras, quienes buscaban los Robles, Caobas y Cedros. Virgilio Macal en su libro Guayacán amplía el tema, narrando los estragos de los tratos de las compañías extranjeras, quienes malpagaban las trozas de madera, los trabajos forzados de los indios que eran contratados por vivienda y comida, casi sin sueldo y llevados al vicio del alcohol y el tabaco. Así mismo los mexicanos robaban la madera y pieles de animales guatemaltecos, y movían sus robos sin pagar impuestos por la frontera, en una región lejana, habitada sólo por lacandones.
Las ciudades crecen de forma desordenada, con lujos que la economía de la época apenas podía sostener. El país de la eterna primavera ya no tenía árboles en flor. La violencia, el resentimiento, el levantamiento del pueblo originario, junto con la caída del mercado, provocaron que Guatemala pasara de estar entre los mejores exportadores de algunos productos vegetales, hacia a penas subsistir. Siempre sometidos bajo algún píe extranjero, personalmente creo que las cosas no han cambiado. Guatemala, la selva misma encarnada, fue reemplazada por la urbe y la globalización. ¿Dónde está la Gran Madre Selva? ¿Dónde están los pueblos que veneran la tierra que les da de comer? No queda nada…
Andrea María Cabarrús Melgar. Aficionada a la literatura y ambientalismo. Estudiante de 4to año de Biología en la USAC. Ha asistido a cursos de Gestión de Ambiente y Recursos Naturales en la URL; ha participado y ganado en distintos concursos en géneros de poesía, ensayo y cuento corto a nivel nacional e internacional, entre ellos fue ganadora del 1er y 3er lugar del concurso escolar nacional “Por un mundo sin fronteras: expresión estudiantil” en su edición del 2008. Ganadora del Festival por la Memoria Histórica en la edición 2011; ganadora del concurso para mujeres “Voces, imágenes y testimonios” en las ediciones de 2011 y 2013 a nivel latinoamericano; ganadora del Concurso de la Asociación de Médicos Escritores de Guatemala en el 2014. Participa como escritora activa en distintos medios sobre temas de ecología y manejo de recursos sustentables. Con gusto atenderá sus dudas y comentarios al correo electrónico: andrea.cabarrus@gmail.com