Como he mencionado en las ediciones anteriores hay un libro disponible en varias librerías guatemaltecas que se llama “Latitud de la Flor y el Granizo” del escritor Mario Payeras. En este libro, que les he presentado poco a poco, se maneja la historia ecológica del país, de manera muy sencilla de comprender y muy poética. En el número anterior hice una reseña-resumen del segundo capítulo “La pólvora y el vapor” el cual hablaba de la invasión española, sus efectos sobre la población y el paisaje. Narra los cambios que sobrevinieron con la introducción de la revolución industrial, como la pólvora y sus derivados, así como las máquinas de vapor, los ferrocarriles, lo que involucró aquella modernización para los nativos, y para los invasores. En esta oportunidad les escribiré sobre el capítulo titulado “El naranjo nupcial”, siendo el último capítulo de la obra y el cual trata de cómo, después de la destrucción del equilibrio humano-ambiente que reinaba antes de las grandes invasiones, se trata de alguna forma, de reponer el daño, incluyendo el daño a la sociedad. Una sociedad en decadencia, pues como expone Pepe Milla en “Los Nazarenos” o Virgilio Macal en “Guayacán” y “Carazamba”, la sociedad guatemalteca quiso imitar el modo de vida de países extranjeros, importando igualmente sus vicios, sus formas de explotación laboral, su deshonestidad y traición.
3.El naranjo nupcial:
Luego de la gran invasión y de las repercusiones que trajo para la sociedad guatemalteca, tanto nativa como de los invasores y sus descendientes, se buscó reponer la naturaleza perdida y aplastada bajo el hierro de la modernización, pues se dieron los primeros desastres naturales, en Petén, las selvas saqueadas por petroleros, chicleros y madereros. Atitlán siendo vaciada de sus peces y alejando a las aves de la región; las Verapaces y los Cuchumatanes, hogar del pájaro serpiente (el Quetzal), estaba perdiendo su verde dosel y quedando vacío. Empieza a hablarse de grandes pérdidas a causa de las industrias, y se intenta reponer los daños de alguna forma, regular el saqueo, detener el desastre.
La utopía ambientalista y conservacionista (que no son lo mismo) es imposible de lograr. Nada volverá a su estado original, pero puede devolvérsele un poco de dominio a la naturaleza, dejando que sane por sí sola poco a poco, a su ritmo universal. El objetivo es frenar el consumo, para que así el medio ambienta tenga tiempo de adaptarse y de seguir adelante. Y como muchos expertos sugieren, intentar reconstruir el mundo tropical es aún más difícil, puesto que estamos en una localidad delicada. El aumento en los polos de 1°C significa en el trópico el aumento será de 2.3°C o más. Se escucha o se lee muy poco, pero es drástico.
En la sociedad actual, donde los electrodomésticos vienen programados para fallar al término de la garantía, y los avances se dan cada 6 meses o si mucho cada año; donde la minería desgarra las entrañas de la tierra, y el petróleo deja estéril océanos selvas por igual. La producción en masa no deja al pequeño artesano crecer, y consume todo a su paso. En este capítulo el autor narra los cambios históricos de la inventiva humana. En un principio se pensaron las máquinas para solucionar problemas de la vida cotidiana, como lo era viajar grandes distancias, levantar grandes objetos, crear obras arquitectónicas. Pero en la actualidad parecemos esclavos de esas herramientas, siempre con el teléfono móvil en la mano, los audífonos en los oídos, las tarjetas en las billeteras, el dinero electrónico en la mente, ¿cuándo dejaron de ser herramientas y pasaron a ser dueños? La naturaleza humana es la de ser ambicioso, ¿cuál es el costo de nuestra arrogancia? ¿hasta cuándo seremos los mismos? El título del capítulo “Naranjo nupcial” hace referencia a que debe de haber un bien común, un acto nupcial de nosotros como seres humanos en pos de salvar lo que nos queda, un acuerdo global para detener la destrucción masiva. En la mal llamada revolución verde es importante tomar en cuenta qué actos son verdaderamente significativos, y cuales son sólo una pantalla, como dejar de comer carne, pero seguir consumiendo frutas y verduras llenas de químicos, o dejar de usar productos químicos, pero ahorrar dinero para una joya bañada de oro y/o plata, productos de la minería, industria culpable de miles de muertes por hambre y sed en cientos de países alrededor del mundo. Creo, en lo personal, que es un acto de ética propia, en el cual se busca defender lo que para nosotros mismos es lo correcto. Es dar un paso sin mirar atrás…
Andrea María Cabarrús Melgar. Aficionada a la literatura y ambientalismo. Estudiante de 4to año de Biología en la USAC. Ha asistido a cursos de Gestión de Ambiente y Recursos Naturales en la URL; ha participado y ganado en distintos concursos en géneros de poesía, ensayo y cuento corto a nivel nacional e internacional, entre ellos fue ganadora del 1er y 3er lugar del concurso escolar nacional “Por un mundo sin fronteras: expresión estudiantil” en su edición del 2008. Ganadora del Festival por la Memoria Histórica en la edición 2011; ganadora del concurso para mujeres “Voces, imágenes y testimonios” en las ediciones de 2011 y 2013 a nivel latinoamericano; ganadora del Concurso de la Asociación de Médicos Escritores de Guatemala en el 2014 y del concurso latinoamericano de Médicos Escritores y profesionales de la salud en su edición 2016. Participa como escritora activa en distintos medios sobre temas de ecología y manejo de recursos sustentables. Con gusto atenderá sus dudas y comentarios al correo electrónico: andrea.cabarrus@gmail.com