WALTER CRUZ VILLEDA

Falta un cuarto para las tres de la tarde, la hora acordada para entrevistar a Don Walter Cruz Villeda, uno de los propietarios de la Ferretería Petapa, cuyas oficinas centrales se encuentran en la zona 12 de la ciudad capital.

Me fue anticipado que el Grupo Empresarial Petapa ha experimentado crecimiento en los últimos años.  Efectivamente, desde el parqueo de su edificio se puede apreciar un ambiente de considerable actividad comercial. Cada rótulo da cuenta de la diversidad de ramas de negocios en las que el grupo empresarial y familiar ha incursionado.

El personal se nota entrenado para atender a los visitantes con agrado y asertividad.  Fui ubicada rápidamente en uno de los niveles del edificio, en cuyo pasillo me detengo a observar una pintura. Se trata de El Grito,  un cuadro de 1893 del pintor noruego Edvard Munch.

Un rostro sonriente y amable esperaba por la entrevista.  Don Walter me pide con naturalidad que por favor me refiera a él únicamente por su nombre.  Efectivamente, se trata de un hombre joven que habla con entusiasmo del trabajo que convirtió en su profesión y pasión. Es fácil comenzar a percibir su espíritu alegre, pues hay vitalidad en sus palabras y brillo en sus ojos cuando comenzamos la entrevista.

¿Cuánto tiempo tiene en este negocio?

El negocio lo empezaron mis papás, realmente el fundador es mi papá, yo estaba pequeño.  Ahora tengo 50 años.  Mis padres siempre trabajaron y el negocio hoy tiene 46 años. Teníamos una política desde 1972 hasta alrededor de 1990, en la que el único día que descansábamos era el Viernes Santo.

¿Cómo empezó todo?

Lo que originó este negocio fue el mal servicio que mi padre recibió en otra ferretería.  Fue a realizar algunas compras y todo se lo tiraron.  En ese tiempo, él trabajaba en una compañía norteamericana del interior llamada Thompson,  que eran constructores de carreteras.  Mi papá era el mecánico de la empresa, quien reparaba y manejaba toda la maquinaria como las plumas, tractores, por lo que sabía mucho de medidas y cosas como tornillos, así que de allí nació la idea de poner una ferretería.

Pero la motivación principal de mi papá fue sacarnos a nosotros del medio, pues aunque todo trabajo es honroso, él tenía otros sueños para nosotros, sus hijos.  Es visionario, porque todavía vive, bendito Dios.

Ya se retiró del negocio pero no lo deja del todo porque él lo fundó.    Desde entonces, ha hecho otros negocios, y aunque esté retirado, viene todos los días, se mantiene activo y es consejero y supervisor.  A mi hermano y a mí nos dejó la ferretería.

¿Qué define a Walter Cruz?

Soy bastante activo, me tienen que poner freno, siempre digo “lo que más falta aquí es dinero”, pues quisiera tener más para poder echar a andar las ideas que yo tengo.  Me encanta mi trabajo, el tipo de negocio y lo que vendemos, la herramienta, los catálogos, todo me enamora.  Siempre ando buscando que haya calidad y no que sea una ferretería que venda algo que no sirva.   Con mis hermanos hemos puesto más negocios, hemos creado tiendas especializadas, como una de tornillería cuyas ventas fueron increíbles.  Hicimos lo mismo con una pinturería y vemos que a los clientes antiguos les gustó la especialidad y variedad.  Ahora podemos preparar más de 6,500 colores en tres tiendas de pintura.  Tenemos tiendas en Escuintla, en la capital (en la Aguilar Batres) y una empresa de mayoreo para atender a todo el país.

Usted habló de valores, ¿qué valores debe tener una persona para poder salir adelante en cualquier negocio?

Mucho se habla de la ética, pero pocos realmente definen la ética de una manera real, porque no se aplica.  Yo creo que uno debe ser congruente entre lo que uno piensa, dice y hace.  Es lo que trato de reflejar delante de mi gente.  Les digo que somos una familia, somos la familia “Petapa”.  Les digo que lo que llevan en la sangre, si lo vieran en un laboratorio, verían que dice “Petapa”.  Quiero que se enamoren de su empresa, pues les digo que es nuestra y, como tal, quiero que la vean.

Son más de 140 personas, pero si llega la hora en que ellos tienen una necesidad, se les muere un familiar, por ejemplo, y no  estamos presentes, no estamos con ellos, no ayudamos, de balde es entonces decir “somos familia”.  Tiene que haber congruencia. Quiero que la empresa sea grande pero que también todos los que están trabajando en ella se sientan orgullosos. Tenemos gente que tiene 25 ó 30 años de trabajar con nosotros y siguen porque saben que es un lugar estable, que no se les despide, salvo que no estén con la playera puesta, pero difícilmente pasa si conservan y viven nuestros mismos valores.

¿En qué época de su vida se incorpora al negocio?

Cómo trabajábamos sin descanso, los sábados y domingos veníamos a trabajar.  Estudiábamos entre semana.  Calculo que habré tenido unos 10 años.  Le puedo decir que todos los valores me los dio mi mamá, pero lo que sé de trabajo se lo debo a mi papá.  Porque lo primero que me puso a hacer fue a barrer todo el parqueo.  Cuando vio que yo no sabía, se imagina todo lo que me dijo, pero me enseñó, y esa es la política mía también, enseño, no critico ni regaño.  Hay que formar a la gente; él lo hizo conmigo y luego, cuando aprendí a barrer, me puso a lavar el carro.  Luego me enseñó a andar en vehículo y a comprar.  Aprendí a hacer niples, a desarmar las máquinas, a darles mantenimiento, a cómo ahorrar dinero en cada proceso de su fabricación, que es algo que nos ha distinguido en la ferretería: las máquinas de hacer niples.  Los hacemos a medida y mucha gente nos ha buscado por eso, es parte de lo que nos ha ayudado a crecer.  Tenemos unos 40 años de fabricarlos.

De su experiencia en el mundo ferretero, ¿volvería a escoger este camino?

Estaba estudiando arquitectura, estudié dos años y medio, pero vi a mi padre agotado –aunque ahora, a sus 87 años, todavía tiene energía–  y le dije que dejaría de estudiar para ayudarlo. Él no quería, decía que podía combinarlo, pero yo insistía: “quiero ayudarlo”.  Cuando recién empecé, cayó mucha gente que nos estaba robando, así encontré mayor razón para venir e integrarme al negocio y darle una mano a mi papá.  Luego, saqué mi carrera de administración de empresas pero ya no seguí en arquitectura, que es algo que está  pendiente y, si puedo, lo terminaré.  También cursé una maestría en finanzas, con tal de poder sacar adelante el negocio.

¿Sus hobbies?

Por la cuestión de la arquitectura, siempre me ha gustado el diseño y construcción.  Cada cosa que se hace la superviso, por ejemplo, ahora que abrimos Escuintla, estuve al tanto de toda la supervisión, la obra completa.

Tengo un carro antiguo, modelo 1958, un Chevrolet, lo usamos para todas las fiestas de la familia, también colecciono monedas antiguas.  Aunque el trabajo me absorbe, no me pierdo las actividades de mis hijos.  Nos gusta la playa y la naturaleza, Río Dulce.  Es tiempo para relajarme en familia.  Aprovechamos los feriados.

Dentro de todo su entusiasmo y actitud tan positiva, ¿hay algo que lo disguste?

Me disgusta mucho, pero mucho, la falta de compromiso.  Tener que decirle algo más de dos veces a alguien. Ahora estamos en un programa de cómo lograr clientes para siempre, fidelización.  El concepto es de la compañía Disney, a través de una persona avalada por ellos.  Esto nos ha llevado a leer una buena cantidad de libros, uno cada 15 días.  Todos leemos, para ir forjando la idea de lo que se quiere y que compartamos la misma idea. Llevamos casi dos años, de tres que dura el programa. 

Los clientes lo han percibido, nos lo han dicho y, además, bajamos la cantidad de quejas.  Siempre tuvimos un buen producto a un buen precio, pero no era suficiente, hay que adaptarse a lo que va pidiendo el negocio.  Ahora, el cliente pide que se le visite, así que ya tenemos un departamento de industria que está capacitado para eso. También implementamos el servicio a domicilio, el servicio post-venta, tenemos talleres de servicio, mantenimiento gratuito para herramienta que vendemos, etc.  Le damos seguimiento a la venta y a la garantía 100%, llamamos al cliente para saber si podemos mejorar, si el tiempo de entrega fue el adecuado. Si  algo falló, de inmediato buscamos la raíz del problema.  Son cosas que nos ha enseñado este programa. 

¿Cuál ha sido la motivación que ha prendido esa chispa que lo hace brillar cuando habla de su trabajo y de su vida?

(Se ríe…)  Mire, yo tengo compromiso, primero porque heredé algo, pero lo disfruto, no es una obligación.  Siento que es algo que mi padre me heredó, su positivismo a sus 86 años…me lo contagia, y cuando le hablo de cualquier proyecto nunca me dice que no, siempre dice “¡hagámoslo! buena idea…”, es increíble. Yo también trato de apoyarlo, pero ver a mi gente trabajar y ver que están bien y que quieren a la empresa, eso me motiva bastante.  La familia, por supuesto, y mi hermano, que es mi socio, definitivamente siempre está presente en todos los negocios nuestros.

¿Proyectos futuros? 

Localmente y fuera de la ciudad.  Con el proyecto de Escuintla nos fue muy bien, entonces pensamos abrir otras tiendas ofreciendo todo lo que tenemos, no solo ferretería, sino pinturería, tornillería, herramienta eléctrica, equipo de protección personal, electricidad.  Como departamentos especializados.

Es probable, nos gustaría en un futuro poder diversificarnos a una rama distinta de negocios relacionada con desarrollo inmobiliario y construcción.  No hay tiempo ahora pero… (Sonríe).

¿Cómo avizora el panorama para los negocios en Guatemala? ¿Ha influido el ambiente político de los últimos años?   

Tenemos 46 años en el mercado.  Se imaginará qué nos ha tocado vivir: golpes de Estado, violencia, la guerra… Creo que, como guatemaltecos, estamos acostumbrados a este sube y baja de la economía y la política. Cada año electoral es un problema, justamente esta época ha sido de las peores que hemos tenido en el sentido comercial, los últimos tres años.  Es un tema difícil, pero nosotros nos tenemos que mover, y cuando sentimos que esto va a la baja, empezamos a movernos como ferreteros y buscamos cómo salir adelante, tanto así que nuestras ventas siempre van con una tendencia positiva, y eso es porque si algunos clientes no compran, como por ejemplo los ingenios,  inmediatamente buscamos otras opciones de negocio entre los “estructureros”, las hidroeléctricas, o si éstas tampoco compran, entonces vamos a otros, como las mineras…y si éstas tampoco,  vamos buscando a la industria que esté pujante en el momento.  Hemos trabajado con generadores de energía, de carbono, hidroeléctricas, todo tipo de empresas, como las bananeras pujantes del sur; ellas nos han ayudado bastante…

¿Algo más que compartir?

Le diría que somos una empresa que respeta mucho a su competencia. Nos llevamos muy bien con las demás ferreterías, no hay una que creo pueda hablar mal de nosotros y nosotros nunca vamos a hablar mal de nadie.  Nos conducimos con ética, nos llevamos muy bien con ferreterías grandes como El Globo, Lewonski, que han sido tradicionales acá.  Sabemos que viene competencia dura de afuera, allí está EPA, que es una empresa grande; sin embargo, estamos acostumbrados a los “sube y baja” todo el tiempo.  Tenemos contacto con EPA, también, aunque es competencia, hay buena comunicación.  Tenemos que estar preparados como ferreteros a detectar cualquier asunto del medio que es muy cambiante. 

Parece que lo han hecho muy bien…

(Sonríe) Eso espero.  Son muchos años de estar trabajando, y la experiencia nos la han dado esos años, a mi hermano y a mí.  Él es mercadólogo y yo soy administrador…entre los dos hemos sacado adelante a la empresa.

Revista El Ferretero
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